Conciencia de Clase e Inmigración

Artículo de opinión 

José  Antonio

La conciencia de clase es un concepto muy poco extendido entre aquellos a quienes más les interesaría que sí lo fuera. Sus preguntas sencillas obtienen respuestas acordes. Cuando la complejidad de sus problemas entra en vericuetos por los que transitar de forma complicada lo mejor es no pensar, consumir e irse a la cama con la molesta sensación de que te están timando, pero con el recurso absolutorio de que no se puede hacer nada por cambiarlo.

Tras unas palabras descubres que los obreros perciben, a pesar de todo el bombardeo informativo, de que el principal enemigo está en aquellos que les explotan. Sin embargo, la segunda parte de su discurso tiene como objetivo desacreditar e identificar a sus compañeros extranjeros como otro enemigo que dificulta su existencia. Es frecuente oírles quejarse de las ventajas que perciben los inmigrantes y comparar las ayudas estatales a su escolarización, y sienten que existe una especie de sobreprotección a la hora de tratar temas como los insultos de tipo racista.

Es complicada la situación en la que muchas veces nos encontramos los obreros más concienciados, al escuchar comentarios despectivos respecto a compañeros africanos o de cualquier otra procedencia. Parece que el discurso racista arraiga fácilmente y dificulta la posible labor de proselitismo que podamos hacer. Tradicionalmente, los distintos partidos de izquierda, los distintos destacamentos de vanguardia, y, en general los grupos progresistas, no hemos sabido calibrar el alcance estratégico que tiene esta cuestión para los reaccionarios.

A la inmigración se achaca el incremento de paro e inseguridad, la falta de adaptación, la rebaja en los derechos de los trabajadores, todo esto aderezado con un discurso integrador que suele ser malentendido en el que se adivinan intereses económicos y lavados de cara electorales. Los obreros y obreras no comprenden por que se difunden noticias en las que se habla de extranjeros con orden de expulsión y decenas de detenciones en su haber. Paralelamente a bloques de noticias del anterior tenor se dan consignas contra el racismo..

No se escatiman medios en desacreditar a los musulmanes como fanáticos sedientos de sangre, y en los colegios la mayoría de las plazas son para los hijos de estos que vienen a colonizarnos. No creáis que exagere. Existe un mayoritario clima de animadversión entre los trabajadores respecto a los extranjeros. Y eso es un formidable vivero para los grupos de extrema derecha. Es muy sencillo para ellos conectar con las inquietudes de los más humildes y hacerles creer que sus intereses coinciden con aquellos que fomentan el odio contra los extranjeros canalizando un descontento que tiene sus raíces en la injusticia del sistema capitalista.

La falta de conciencia de clase entre los trabajadores es la característica fundamental que propicia estas actuaciones. La clase obrera carece de la herramienta y guía que modificaría sus conceptos erróneos. Y eso es un error que se deben adjudicar los destacamentos de vanguardia más entregados a la crítica que a la autocrítica. Un partido tiene una obligación elemental respecto a su nivel político, pero un partido no lo es si no cuenta con el apoyo de amplios sectores de la clase que manifiesta representar, ó al menos no cumple con su misión de manera objetiva.

A nadie se le escapa que en el asunto de la inmigración las ideas reaccionarias son las que han calado más profundamente en la clase obrera. Aquellos que ofrecen soluciones sencillas se ganan el favor del juicio de las masas. De momento, el individualismo hace que las expresiones violentas o de adhesión a las formas políticas de extrema derecha sean aisladas. Pero es un banderín de enganche que puede convertirse en masivo si las circunstancias agudizan las contradicciones del sistema capitalista.

El objetivo real del fascismo es impedir la movilización revolucionaria del pueblo trabajador. Como marionetas de la burguesía, estas formas marginales de actuación solo tienen cabida en determinados contextos históricos, y sólo para cumplimiento de determinadas misiones. Si el fascismo, y con él la burguesía, triunfan, es la misma burguesía quien se encarga de acabar con las formas abiertas de dominación de los elementos mas reaccionarios de esa clase social, una vez cumplida la labor y consumada la contrarrevolución.

Ejemplo de esto lo tenemos en la historia reciente, con la transición a la situación actual. Ante el empuje de las masas se recondujo la situación para que el control del estado lo siguiera llevando la misma clase social, pero además apuntándose el tanto de haber acabado con la dictadura franquista. La misma clase social que disfrutó al abrigo del asesino. La misma que hoy envenena las mentes del pueblo.

El racismo no es otra cosa que una herramienta por medio de la cual se hace que los más humildes olviden cual es su enemigo real y canalicen su frustración contra el diferente, estableciendo que la diferencia está en el lugar de nacimiento, en el habla, en el color…Esta herramienta sólo fortalece a la burguesía, y es tan sofisticada y compleja que mezcla conceptos antagónicos para realzar el poder del mensaje esencial. Tampoco ayuda mucho la actitud de numerosos extranjeros que, en lugar de apoyarse en las organizaciones de clase, prefieren situarse en algunos casos en contra de todos los nacidos en el Estado español, marginándose voluntariamente, emprendiendo un camino de socializad y vengándose en forma contraproducente del racismo que sufren

Tampoco es justificable, aunque se envuelva en el entorno, quejarse de las ventajas de ser un desgraciado en esta sociedad hipócrita, que acusa y defiende al mismo tiempo. Reclamar derechos ficticios o reales porque son concedidos a los que mas difícil lo tienen para sobrevivir no solo es injusto, sino que evidencia una confianza carente de sentido ante los adversarios de clase.

Una situación compleja que no admite soluciones sencillas: por un lado ganarse el favor de las masas para lograr nuestros objetivos, sin renunciar a los elementales principios marxistas-leninistas, y por otro lado construir una estructura de influencia capaz de asimilar y ganar para nuestra causa a los trabajadores extranjeros. Unos y otros son parte de la misma clase, y aunque les diferencie su origen y circunstancias, ambos sectores adolecen de falta de conciencia de clase.

Elaborar un discurso que sea realista, que se aleje del maniqueísmo, no temer a la realidad, conocer el mundo para transformarlo tal y como formulaba Marx, en lugar de fabricar realidades a nuestra medida, obviando lo que está ante nuestros ojos porque es incomodo aceptarlo, es lo que debe asumir cada militante comunista si quiere ser consecuente con sus convicciones.

Dura tarea, pero imprescindible para que nuestra lucha tenga un fruto revolucionario. Al partido comunista corresponde elaborar su táctica para ganarse la confianza de los obreros, y hacerlo sin rebajarse un ápice en su nivel de conciencia. Su papel como elemento político más avanzado está en recoger la sensibilidad de las masas para elaborar su plan, sin ceder en cuanto a principios sino al contrario: recoger para comprender, conocer y transformar.