Abogado de oficio

Autonomía Personal y Atención a las Personas en situación de Dependencia, así rezaba su denominación oficial, que a pesar de sus muchas insuficiencias parecía inaugurar algo inédito en nuestro país y que metía mano por primera vez a las necesidades sociales más básicas de todas las capas de población –personas mayores y personas con discapacidad que precisan apoyos intensos para su autonomía individual.

Esta clase de necesidades no había tenido hasta entonces ni la atención de los políticos ni la respuesta firme en términos de derechos, por lo que con matices y recelo, normales por otra parte y justificados por la historia, fue saludada como un avance social. El paso estaba dado y podía concluir más o menos bien, a reserva de la intervención de aquellos a quien el destino puso en el camino de ejecución y en la responsabilidad de llevarla a cabo y por supuesto del azar, que hay que tenerlo presente ya que en el ponemos nuestras esperanzas.

En estos siete años un maleficio o encantamiento , parece haberse apoderado de esta Ley, mutilando amargamente las expectativas de cientos de miles de personas y de sus familias que esperaban, en una suerte de recompensa histórica, tan poco acostumbrados a ellas, el comienzo de una cierta reparación a una demanda tan antigua como insatisfecha. Los motivos de este fracaso social, particularmente cruel por lo mucho que prometía y sobre todo por a quienes lo prometía, no son solo económicos, aunque la aguda crisis de estos últimos años haya precipitado el fracaso que se estaba elaborando.

Si queremos buscar las causas de este resultado tan demoledor para quien más lo necesita, no lo tendríamos muy difícil aunque quien han tenido en sus manos su buen término, se haya encargado de embarullarlo para que así lo parezca, no podemos seguir mirando como con las palabras nos embaucan diciendo que las intenciones eran buenas, que lo que se quería conseguir era algo que la sociedad y la política por fin estaban de acuerdo, que era la consecución del objetivo y mientras tanto las acciones reales como siempre van en sentido contrario. Las diferentes causas del fracaso y las más notables son , primero no haber conseguido introducirla en el sistema de la Seguridad Social (que dicho sea de paso por suerte sigue siendo atribución del Estado) ya que estaría dotada de estabilidad y encaminada en una única dirección, ello nos hubiese evitado la continua disputa entre Comunidades Autónomas como la nuestra que no han querido llevarla a cabo desde el principio y la Administración Central, que lejos de avanzar la dejaron en medio del océano sin remos, sin agua y sin esperanza, llevándola hacia la desaparición y muy lejos de plantarla en suelo fértil para el buen desarrollo de la misma.
Otro de los defectos ha sido el desarrollo y despliegue de la misma ya que ha sido “a río revuelto ganancia de pescadores” es decir sin dirección, sin centro de decisión definido ni participación de las partes de la población que son las destinadas naturales de sus pretendidos beneficios. Por supuesto una falta total de buena fe y lealtad al ciudadano, por parte de quien legítimamente en las urnas gano la confianza de estos y que con clamorosa desfachatez en vez de implantarla, bombardearon la línea de flotación de la misma, nuestro presidente Sr.Valcárcel nunca tuvo intención de ayudar y asumir sus obligaciones, siempre se achaca a cuestiones políticas su posición en este tema, sin embargo creo más que siempre fue por ineptitud y desidia, no por ello menos disculpable.
Por último la crisis, esa crisis que nos venden a diario como patente de corso con inmunidad absoluta para acometer todas las tropelías posibles, a los derechos siempre de los más desfavorecidos, con falsas coartadas que todo lo justifica y excusa.
Todos los días y principalmente los viernes , nos anuncian nuevos “recortes”, (eliminación y retroceso de derechos), en concreto nos viene encima más recortes en materia de autonomía personal y dependencia y durante un tiempo más bien efímero permanecerá el eco en los medios de comunicación y en nuestras salas de estar o terrazas al aire libre, pero como los temas sociales no tienen ese deslumbrante brillo de la cinta inaugural o de la foto en el aeropuerto pertinente, el tema pasará sin pena ni gloria. El fin y la muerte súbita llegarán, solo nos quedara el sentido velatorio, plañideras de ocasión, el paseíllo hasta el cementerio y por último el enterramiento del difunto.
Esta ley de protección social tan necesaria y tan enferma, solo espera el golpe de gracia, está condenada por culpa de otros, es inocente, pero está en el corredor de la muerte y solo le queda el abogado de oficio, que en el último instante, consiga que el político que en este momento dirige nuestro país deje de pensar en cómo complacer a tiburones, bancos, capital y por supuesto los mandatos de una Europa que nos exige sacrificios para que sus “dineros” estén a salvo. Mientras tanto nosotros esperaremos con la soga al cuello que el de “Oficio” nos pueda salvar.

Fdo: Juan Gil Mira