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Cambio Social

 
 

El volver de nuestros pasos

Torre de Hércules,junto a ella restos del desastre del Urquiola (1997)

Torre de Hércules,junto a ella restos del desastre del Urquiola (1997)

De tarde en tarde deberíamos volver a recorrer viejos caminos, volver sobre nuestros pasos, comprobando lo acertado de nuestras de aquellas ideas que nos hicimos acerca de la realidad, pues nos ocurre, que sumergidos en la vorágine del día a día de nuestro entorno perdemos la noción del acelerado cambio social en el que estamos inmersos.

Recientemente he vuelto a Galicia, trascurridos quince años de mi primera visita, de nuevo he recorrido su litoral à lo largo de la denominada “Costa de la muerte”, tras ésta década y media me impresiona sobre todo la profunda transformación que ha cambiado el pulso de su vida cotidiana. Entonces, al igual que ahora, huí de las grandes rutas turísticas gallegas intentando patearme caminos y carreteras locales de la llamada “Galicia profunda, acercándome a caseríos y parroquias que apenas figuraban en el mapa.

Si antes pude fotografiar cientos de mujeres trabajando pequeños huertos que jalonaban las verdes laderas gallegas, ahora salvo en una ocasión no pude contemplar esas laboriosas mujeres del agro rural gallego, tampoco tuve la ocasión de ver las viejas carretas de bueyes que transportaban enormes montones de heno, ni secar los congrios en Muxia, ni visitar los faros extremos del continente terrestre (Finisterre y Villa) en la soledad que sólo el estallido de las olas en los acantilados interrumpe.

Carros de bueyes en Galicia. Inferior secado del Congrio en Muxia (1997)

En esta ocasión, el faro de cabo de Villa estaba abierto, lleno de actividad y convertido en un museo de interpretación sobre los faros y su papel en la seguridad marítima de esta costa tan difícil para el navegante. Finisterre, era una auténtica romería de autocares coches y turismos amen de algún que otro peregrino que hacia a pie la ruta de la Costa.

En la Ermita costera de S. Cristóbal, ya no había percebeiros que se jugaban la vida con el romper de las olas en las rocas; en cambio, un precioso paseo llegaba hasta ella donde se habían instalado un puesto de helados, otro de dulces y recuerdos que, junto a varios autocares de turistas y coches particulares, daban un aire festivo y ferial a este precioso mirador de la Costa de la muerte. A mi paso por Camariñas, varias tiendas ofrecían primores de artesanía en hilo a los turistas; pero ahora, no pude ver a sus mujeres en la calle manejando los bolillos.

San Cristobal 2011

Resulta sorprendente como el volver sobre nuestros pasos nos hace evidente que nuestra vida ya no es ni sombra de lo que fue antaño.

Publicado por Plácido Guardiola Jiménez.

 

 
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