Redacción
El cementerio no solo guarda la memoria de nuestros difuntos, sino que es toda una lección de historia y de arte, que muestra los valores, creencias y anhelos de los siglos XIX y XX.El primer recinto fue inaugurado en 1875, aunque en la zona existían enterramientos en zanjas desde el año 1812 y una ermita dedicada a Santa Catalina, hoy desaparecida.
A finales del S. XIX Jumilla vivía un auge económica y cultural gracias a la industria del esparto y al vino, lo que se refleja en suntuosos panteones.El proyecto fue obra del arquitecto provincial Marín Baldo. El diseño, de estilo romántico, contemplaba la casa del sepulturero y la sala de autopsias flanqueando la entrada.
En la capilla combinó varios estilos medievales, y las medidas son las imprescindibles para “la colocación de un cadáver sobre la mesa, rodeado de antorchas y dejando un metro de paso por cada uno de los costados”.
Este diseño integraba la vegetación como recurso estético. Todos estos espacios se conservan tal y como los planteó el arquitecto. El recinto primeramente se dividía en dos zonas que distribuían enterramientos en el suelo, en nichos y en panteones, aunque posteriormente fue reformado.A finales del S. XIX destacan los panteones del Barón del Solar, construcción octogonal con cúpula y el de Francisco Pérez de los Cobos, de estilo ecléctico medieval. También el obelisco de la familia Tomás, con una rica iconografía funeraria, como un reloj de arena o un cráneo con dos tibias. Los nuevos aires modernistas quedan patentes en la escultura del ángel de la sepultura de José María Bernal y Catalina Jiménez.Desde 1877 el cementerio ha conocido sucesivas ampliaciones, adaptándose al desnivel de terreno y a los nuevos gustos estéticos.
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