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El Dilema del nuevo Rey
“Salvar la monarquía o hundirse con el sistema”
Aun cuando a estas alturas no tenga claro si soy monárquico o republicano, tengo que reconocer que tras la estructura formal y medida del discurso del nuevo monarca Felipe VI, este abordó los tres puntos clave de nuestra realidad nacional: el paro, la unidad nacional y la corrupción política.
Sin entusiasmo (este tipo de discursos no da para ello), les confieso que personalmente me gustó el discurso del nuevo Rey Felipe VI, entre otras razones porque como acabo de decir tocó lo que tenía que tocar. En primer lugar, la prioridad ética de la acción política: “encaminar todos los esfuerzos nacionales en fomentar el empleo de todos los españoles”. Después, el jugar a permanecer unidos y, sobre todo y ante todo, desterrar la corrupción del sistema. En este último punto fue aunque sin nombrar la maldita palabra “corrupción”donde me pareció más comprometido el monarca, prometió él mismo a ser ejemplar. ¡Ahí es nada! después de lo que llevamos visto; pero hay que reconocer que la nueva familia real todavía está inmaculada de mancha alguna.
No se las armas ni capacidades que pueda tener el Rey en materia económica para arreglar el paro, y muy pocas si quitamos el mando supremo del ejército para ilusionar a los separatistas en un proyecto común por el que no están de ninguna forma. En su mano sí está la ejemplaridad, el dar ejemplo de trabajo por esos valores de los que habló y en esa ética pública en la que creo. Precisamente ahí, en la corrupción del sistema, radica el dilema de su reinado. Hemos asistido a una abdicación improvisada y forza, seguramente acelerada por la crisis económica, la desafección de los españoles a un sistema que, aun cuando nos ha brindado cuarenta años de progreso, lo ha hecho plagado de corrupción generalizada en una casta política de la que no se salva nadie o casi nadie.
El PSOE, uno de los dos grandes partidos que protagonizaron la transición y estabilidad de la constitución de 1978, se debate en una profunda crisis de liderazgo y definición de principios del que espero y deseo salga fortalecido y no termine por atomizarse y liquidarse así mismo. El otro que, goza de las mieles del poder y reparto de cargos, parece más fuerte; pero sólo en apariencia. Las elecciones europeas son una muestra del desafecto provocado en millones de españoles que le votaron en las generales, no sólo por los duros recortes impuestos; sino por la falta de respuesta ante sus grandes corrupciones. Me refiero a los sobres, a Bárcenas y a la más que probable implicación del propio Rajoy (quien niega saberlo y haberlos cobrado, a pesar de los mensajitos de consuelo a Bárcenas).
La irrupción de opciones como Podemos, el efecto que sobre la izquierda española ha supuesto ese fenómeno radicalizando más la postura de IU y desplazando a sus filas y postulados de muchos de los militantes del PSOE e IU. Podemos supone un tsunami de tal magnitud en la esfera política española, que ha puesto muy nerviosos a los pilares que sostenían la estabilidad del sistema. Con la institución monárquica en horas bajas, salpicada por errores y escándalos; con la clase política desacreditada por su corrupción generalizada; ya nadie podía garantizar la continuidad del sistema, se hacía necesaria la renovación y pactaron hacerla en la más alta institución del Estado forzando la abdicación a última hora y aparentando que todo seguía los cauces de normalidad.
Pretenden presentar normalidad a una abdicación no prevista para la que hay que sacar una ley orgánica ex profeso, que ni siquiera concreta nada salvo la aprobación de una abdicación real. Nada dice del sistema que regula la sucesión, el tratamiento del viejo monarca y su aforamiento. ¿Desde cuándo hay que aprobar que un Rey quiera dejar de serlo? Lo que una ley orgánica debe tener previsto es cuales son las causas y circunstancias por las que se produce la sucesión, cuales sus consecuencias legales y que trámites seguir… Pero no, hacemos una ley orgánica deprisa, corriendo y a última hora aprobando que Juan Carlos I abdica.
En definitiva, hemos asistido a un parche más que pretende lavar la cara al sistema, intentando “in extremis” salvar los muebles. Si Rajoy cree que con ello apuntala el sistema, si piensa que con esto se salva está equivocado. El dilema, la disyuntiva ésta ahora en manos del monarca, quien si quiere ganarse la credibilidad de la institución que representa, no tiene más remedio que forzar la salida de la casta corrupta que intentó apuntalar el sistema a última hora con la abdicación de su padre. Si la casta creía que el viejo monarca era un obstáculo a derribar para lavar la cara, el nuevo monarca tiene en ella el principal escollo para ganarse la credibilidad del pueblo español y cumplir con cuanto dijo en su discurso. Su dilema no es otro que ganarse la credibilidad del pueblo español o sucumbir con esta oligarquía de corruptos que vive de medrar en el sistema.
La decisión es de su Majestad Felipe VI (como bien sabe), depende de por quién apueste en esta diatriba se encontrará con unos apoyos o con otros. Pero, si hace cuanto dijo, no le quedará más remedio que forzar una reforma constitucional donde separemos los poderes, especialmente el judicial de ejecutivo y legislativo y donde, desde luego, no tengamos un país con casi diez mil aforados.
En definitiva, donde profundicemos en un estado de ciudadanos iguales ante la ley y con una representación directa entre la clase política y sus electores sin mediación de estas castas partitocráticas.
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