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Hoy es Miércoles 8 de Mayo de 2024  |  

Carta a una mujer jumillana

 
 

A esa rosa de otoño

que es la mujer sencilla

al final del camino

tan dignamente andado.

A esa mujer de sienes blancas y corazón grande, grande…inmenso… de manos encallecidas y duras maltratadas por el agua del fregoteo diario. A esa mujer que se lo merece todo: respeto, cariño, admiración, ternura… y que no tiene más que una exigua pensión, -que la mayoría de las veces ni siquiera gasta en si misma- pues al quedarse viuda perdió voluntariamente la autonomía del hogar conyugal.

“Por esta razón vives desde entonces con tus hijos y te sientes a gusto siempre rodeada de tus nietos. El cumpleaños del pequeño, el santo de la mayor, la feria que ya se aproxima son para ti excusas muy válidas para tirar la casa por la ventana y derrochar tus sentimientos porque de otra cosas poco puedes derrochar. Con tu hija casas que pesa ochenta y cuatro kilos y no puede hacer dieta y cuatro niños a cuestas y el zascandil de tu yerno en el paro desde hace dos años, es fácil comprender que comprarle “cósicas” a tus nietecitos se haya convertido en tu mayor aliciente existencial.

Mujer ajada, de la tercera edad que con tu capa negra de estambre grueso jamás faltas a un entierro, si obras con reciprocidad tus paisanos, cuando tú “te vayas a emprender el último viaje” la iglesia se llenará de personas que acudirán para acompañarte, es decir “que tienes garantizado el lleno”.

Desde que murió tu marido, aquel mequetrefe machista que daba un “testerazo” en la mesa y te mandaba callar y daba dos voces y todo el mundo “se cuadraba”, aunque echándole de menos porque en el fondo era todo un hombre, ahora estás más suelta, eres un poco más libre al no tener que estar sujeta todas las horas de tu vida a su rigurosa supervisión, puedes permanecer más tiempo en los velatorios, apoyada en la escoba charlar con las vecinas de vuestras cosas o gastarte la poca vista que te queda en la leonina labor de confeccionar con tus propias manos a la luz del flexo, una colcha de ganchillo para una cama de matrimonio que piensas regalar a tu nieta la mayor cuando se case.

Si pudiera dándote un beso den la frente decirte: ¿No comprendes cabezota que el brillo de tus ojos vale más que todas las colchas de ganchillo del mundo? Y de que de seguir así terminarás quedándote ciega o en el mejor de los casos acabarás agotada. Aunque pensándolo bien quizás sea una estupidez por mi parte no acertar a comprender que ese es tu modo de dejar a los demás lo mejor de ti misma, tu “Quijote de punto de gancho” para la posteridad. En mi ánimo se suscita esa duda, gracias al cielo que esa colcha no va destinada a mí, me intimidaría la responsabilidad de recibir como regalo el fruto de una labor tan grandiosa.

Cada año, cuando llega el día de Todos los Santos se repite el mismo ritual: las mariposas, las flores para tu marido y la preocupación de que no se apaguen las lucecitas de la urna, ¡Cinco años hace ya que murió! Tu único amor. Siempre fuiste con él fiel y abnegada, dulce compañera que siempre encontró en ti, sintiéndote compensada de su mal genio con ese poco de ternura que también te supo dar.

Por eso estar viva hoy a ti te parece un delito que inconscientemente pretendes espiar matándote a trabajar para tus hijos y nietos, dándoselo todo: tus horas, tu cariño, tu pensión, hasta en sueños les recuerdas y nombras.

Son parte de tu cotidiano vivir las madrugadas para ir a pedir número al Ambulatorio, -Centro Médico le llaman ahora- Cuando no le duele la garganta al pequeñito, tiene un poco de fiebre “la zagala”, y de que no es tu nuera, es tu hija la que anda muy ahogada de tiempo y precisa tu ayuda, tiene los niños, la casa, debe preparar el bolso del marido para irse a trabajar al campo al día siguiente, y mientras tanto ir dándole “estirones” a esas botas que traen para coser de Novelda, a veces te toca ir a la carnicería o a la plaza ¡Cuánto cuidado pones en que te den bien las vueltas! A veces te comportas con un poco de ingenua necedad antes de decidirte a comprar esto o lo otro, asegurándote bien de que compras lo más conveniente.

Y sin embargo, nunca te quejas. Eres siempre el inconmovible bastión familiar en el que todos se apoyan y ninguno valora en su justa medida, la que nunca lleva razón y siempre deberá callar, cómplice de los críos para comparar clandestinamente algún helado o pasarles a escondidas ese trozo prohibido de chocolate. ¡Con cuanta mansedumbre encajas el habitual reproche! ¡Madre, es usted la peor! Y todo por el mero hecho de compincharte con los niños para realizar cualquier travesura infantil ¿Quién te entiende mejor que ellos? ¡¡ Ya-ya!! ¡¡Ya-ya!!  ¡¡Qué vacías están las casas donde no tienen una ya-ya!!

Entrañable personaje familiar que haces un hogar mucho más acogedor con tu apacible presencia, y ¡¡Cuanta utilidad presta tu esfuerzo casi nunca suficientemente reconocido!!

Cuando pasa el panadero y sales a comprar el pan, recuerdas aquellos tiempos que vivíais en el campo y como eras tú la encargada de dar de comer a los jornaleros, amasabas tú solita un saco entero de harina, ¡¡ y qué pan más bueno te salía!!

Recuerdas con cariño y añoranza aquella época difícil  de tu vida, a pesar del duro trabajo y las muchas dificultades, ¡¡Era una tan joven!! Es la frase con la que explicas y resumes toda una filosofía de la que sacabas la fuerza de voluntad tan necesaria entonces para sobrevivir.

Las gavilla de sarmientos detrás de la casa, las gallinas picoteando los sembrados, el duro trabajo, las enormes “gachasmigas” humeando en el frescor de la mañana como una humeante promesa de energía, los tomates verdosos encima de la tabla, regados con el agua del pozo, el candil con poco aceite y sin carbón para poner en la plancha de hierro, tenías que sustituirlo por pedacitos pequeños de leña, soplando y tomando un acaloro cada vez que tenías la necesidad de planchar algo, y así con todas tus tareas domésticas.

Para criar a tus hijos tuviste que soportar privaciones y sacrificios sin cuento, bajaste andando al pueblo muchas veces y después montada sobre una burra seca –porque el pobre animal no se hartaba de cebada-  y asustadiza soportando los fríos y la escarcha.

Hiciste del sometimiento y marginación en que vivías un sentido del deber cumplido que llevas en la frente en forma de arrugas y que son los estigmas que caracterizan a las gentes de bien que como tú, hacen de la honestidad su bandera.

Hoy que las cosas han cambiado algo y se vive un poco mejor, sigues dándote a los tuyos por entero, viviendo y solucionando sus problemas en la medida que puedes. Ni siquiera eres capaz de comerte tu sola un yogurt sin compartirlo con alguno de tus nietos, porque si no lo haces así, no te luce.

Mujer vestida habitualmente de negro, pero de corazón blanco como un paisaje nevado o una postal de Navidad, mujer hecha de amor, mujer con mayúsculas, mujer simplemente.

Estoy orgulloso de ti, de que hayamos sido paisanos, tal vez seas para mí, algo más de lo que nos imaginamos los dos, porque te llevo metida en mi alma como un emblema o un símbolo y tu imagen representa para mí “la esencia de mi gente” que Dios sabe que es en este mundo aquello que más quiero.

¡¡Qué bien te definió la cantautora navarra María Ostíz, con las palabras de una de sus hermosas canciones!! mejor incluso que yo mismo.

“”Campesina de mi tierra

Mujer para ser pintada

Con el pañuelito al cuello

Con el nudo en la garganta”

Juan Castellanos Gómez

 
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Comentarios de Facebook
 
2 Comentarios
  1. maria dice:

    Muy buena juan me has llegado al alma

  2. Preciosa historia y real dice:

    Felicidades me emocionado,asi era la mujer antiguamente..

 
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