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Actos y protestas sin ningún fin
Luis Javier Fernández Jiménez
Hace escasamente una semana salió en los medios de comunicación una noticia referida al inicio de un juicio contra activistas de la organización Femen. Las chicas, que oscilan entre edades de 20 años hasta los 27, tuvieron que comparecer ante el juzgado de lo Penal 19 de Madrid, por haber irrumpido una manifestación contra el aborto (no de forma expresamente violenta, pero sí más bien con ciertos altercados) donde las chicas mostraban sus pechos, en un acto reivindicativo, en defensa de la libertad de decisión si una mujer desea ser madre o no.
Al mismo tiempo, su participación también estaba cargada de insultos contra los policías que intentaban mantener el transcurso de la manifestación; acto que iba acompañado de gestos obscenos y alteración del orden público. Y es que esta asociación feminista es bien conocida por sus reivindicaciones: repulsión hacia el turismo sexual, instituciones religiosas, oposición al sexismo, manifestaciones en contra de la trata de mujeres y de la violencia machista.
Todos sus actos reivindicativos, aunque de reivindicativos tienen poco, en todo caso creo que son actos de disgregación moral, no por las razones por las que se manifiestan, sino por la manera de justificar sus acciones. Es decir, asaltar una institución pública, una iglesia, o tomar una calle en pro de cualquier intención reivindicativa, mientras las chicas se mofan de las autoridades y enciman de mostrar sus pechos –lo cual están en todo su derecho de enseñarlos las veces que deseen–, de atrincherase esposadas en edificios o cualquier manera con la que justifican o intentan justificar sus protestas, no les otorga mérito ninguno para conseguir persuadir a la sociedad. En parte se debe, desde mi óptica personal, a que los medios con los que se manifiestan no son los más adecuados como forma de reivindicar una acción.
Y es probable que al tratarse de una organización feminista, (desconozco si desde un feminismo radical o moderado), sus propósitos los lleven a un extremo. Valga decir que cualquier doctrina acabada en –ismo es llevarlo todo a un extremo. En mayor o menor medida, pero cualquier postulación que se fundamente en una expresión semejante, se quita la razón a sí misma, en tanto en cuanto, los medios sí condicionan la manera de conseguir las cosas.
Razón mediante la cual, mujeres como Olimpia Gauges(1748-1793), escritora, dramaturga y filósofa política, autora del ensayo Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadanía”, gran defensora de los derechos de las mujeres, reivindicó en el siglo XVIII en Francia (y encima en una época bastante antropocéntrica, donde el hombre predominaba imperiosamente, y a veces de forma violenta sobre la mujer) lo cual le honra a Gauges, digo pues, que reivindicó sus actos de forma pacífica y meritoria; y en ningún momento irrumpió una institución pública enseñando sus pechos y gritando a los cuatro vientos.
Igual se podría decir de Susan B. Anthony (1820-1906), quien fuera una líder estadounidense en defender los derechos civiles manifestando, siempre desde la modestia y la gallardía, discursos humanistas para persuadir la conciencia de una sociedad infame y envilecida por hombres. Gracias a su pensamiento, y en buena parte a su perseverancia en cuanto a los derechos de las mujeres, 13 años después de su muerte, en algunas regiones de Estados Unidos (no en todas ellas) se pudo reconocer el derecho de voto de la mujer.
Otra mujer también a destacar, es Eva Perón (1919-1952), quien fuera la primera dama de la Argentina casta, retraída y paupérrima; defendió a lo largo del siglo XX los derechos de los trabajadores, su oposición a la desigualdad y a la pobreza tanto de Argentina como de Latinoamérica. En 1948 fundó su Fundación cuyo nombre lleva ahora y desde siempre, con el fin de construir hospitales y sanatorios, escuelas, infraestructuras para las clases más desfavorecidas, otorgó becas para estudiantes en toda Latinoamérica y promocionó la figura de la mujer en el ámbito (sexual, político,social, laboral y económico).
Y verdadera honra, valentía y coraje, tuvoBenazir Bhutto (1953-2007) una líder del Partido Popular Pakistaní. Una mujer que se enfrentó, de forma totalmente pacífica y concienzudamente, a un sistema político musulmán. Dedicó su vida entera a defender los valores de libertad y los Derechos Humanos en países musulmanes, apostando al mismo tiempo por la igual de género en Extremo Oriente (con todo lo que eso le suponía para su propia vida). También tiene mención Robin Morgan (1941), una teórica política, activista social y poeta americana. Una mujer que contribuyó a erradicar el abuso de poder de la sociedad americana de la década de los 70 y 80. Cultivó heroicamente una mentalidad de progreso entre hombres y mujeres (labor que sigue haciendo hasta día de hoy).
Todas estas mujeres contribuyeron a que la sociedad de su época fuera más equitativa (en la media de lo posible), si mostrar egocéntricamente sus pechos para defender sus causas. Lo hicieron siempre desde el coraje y la gallardía, en una sociedad donde la figura de las mujeres estaba menospreciaba desde las instituciones públicas.
Este artículo no se postula en ningún pensamiento feminista, ni muchos menos desde un opinión que desdeñe cualquier organización feminista. Y por ello me gustaría destacar, al hilo de esta retahíla, que no siempre los medios justifican el fin, lo cual, sin embargo, no quita que Femen no tenga mérito para conseguir sus actos de protesta, pero sí que sus intenciones quedan muy lejos de toda voluntad por persuadir a las masas.
Y es que mujeres que luchan y siempre han luchado en mundo gobernado por élites políticas y económicas, dirigidas por la mano del hombre, tiene mérito en la medida que sus protestas no agravan moralmente nada. Tal y como se dice en el Lazarillo de Tormes: “Consigue más el duro que el desnudo”; no por exhibirse (que no creo que las chicas de Femen irrumpan en instituciones públicas para exhibirse), la figura de la mujer se hace más destacada.
Quizá al fin y al cabo, el problema está en cómo se justifican los actos, las conductas, los comportamientos, los ideales, las protestas, los objetivos y también los valores. De lo contrario, todo intento por cambiar un sistema social quedará en vano.
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