La vuelta a casa

Un año más, la sagrada Imagen de  vuelve a “su casa” después de un largo tiempo estancia en la devota ciudad de Jumilla.

En el día de ayer se dio una interesante coincidencia; pues por una parte se concluyó felizmente la Romería y por otra litúrgicamente se celebró  el día de la Ascensión. En ambas se da el mismo hecho de una subida. La Ascensión sucedió en Betania y señala la vuelta de Jesucristo a la Casa del Padre una vez realizada la tarea que se le encomendó: proclamar el Evangelio y abrir la esperanza de un mundo mejor. Nuestra romería concluye en el monte de Santa Ana, al que hay que subir para dejar la Sagrada Imagen de Cristo Amarrado en su sede habitual; aquí no digo la casa de Cristo porque él permanece en el corazón de todos los que le aman; ese es su hogar preferente.

La naturaleza se engalanó con sus mejores adornos, por las lluvias caídas en semanas anteriores, y se  esmeró en regalarnos un clima adecuado que favoreció  la ascensión hasta este Santuario. Ha sido un regalo para la vista y el espíritu ver cómo se fundían en una fiesta multicolor la sagrada Imagen del Cristo Amarrado, la naturaleza y los numerosos peregrinos que, en familia, le han acompañado en su vuelta a la “casa” de la Abuela santa Ana.

Para esta comunidad franciscana, la presencia de la Sagrada Imagen de Cristo nos es muy importante, porque representa una escena muy querida para nosotros. Se da el caso curioso que en las Crónicas no se habla del Cristo Amarrado, sino que se encargó a Salzillo una imagen del Ecce Homo, y así se le denominaba al principio. Y no es mera casualidad, porque el mismo San Pedro de Alcántara en su Tratado de la Oración le dedica una amplia meditación a este momento de la Pasión que nos recuerda el Ecce Homo asociado a los azotes. La razón es porque en ella  se acentúa el significado de Cristo como siervo que soporta cualquier calamidad con tal de seguir siempre fiel a la realización del designio de amor que el Padre le encomendó. Éste es el modelo que inspiró a San Francisco y al que queremos aspirar todos los franciscanos. Y esto es lo que constantemente nos recuerda la sagrada Imagen del Cristo Amarrado a la Columna y los cuatro cuadros del Ecce Homo que es encuentran en el convento.

Agradezco a Don Jorge Oliva, párroco de Santiago, sus múltiples atenciones; a la Hermandad del Cristo Amarrado a la Columna el esmero con el que lleva a buen término la responsabilidad a ellos encomendada; a Don Joaquín, párroco de El Salvador, por su elocuente predicación  en el quinario; y, en fin, a todos los devotos que se esmeran por aprender cada día más y más de Cristo.

Solamente me queda un deseo que tomo de uno de los carteles que hay en nuestro convento: Jesús sea tu deseo. Jesús tu amor y guía. Jesús tu paz y alegría. Jesús tu amor y empleo; porque estoy plenamente convencido de que otro gallo nos cantaría si en lugar de una civilización, como la nuestra, sustentada en una economía de mercado marcada por la ambición, que nos esquilma los bolsillos, la mente y el corazón aceptáramos la alternativa cultural y social que nos ofrece Cristo en su Evangelio.

Paz y Bien.

Fr. Francisco Oliver Alcón, ofm

Guardián de Santa Ana

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