Vicente Olivares, abuelo y padre

A ti, Vicente, abuelo te llamaba, aunque padre te debía haber llamado. Tu apellido, tu ser, tu actitud ante la vida y tus enseñanzas “en el terraico” me hicieron el hombre que viste.

Nobleza, conocimientos y saber estar, todo lo compartías junto con tu actitud incansable hacia el trabajo. Todo eso se le fue contigo a los que te conocían, menos a mí.

Contigo aprendí de la vida, pero fue algo más, contigo lo que hice es ser. Algo que me inculcaste es que “obras son amores y no buenas razones”. Así lo cumplí hasta tu último día, uno más de los tantos viajes de seis horas dejándolo todo por estar contigo, por acompañarte hacia tu gloria.

Puedo decir que el tiempo que viví a tu lado, lo aproveché, esas tardes antes de salir con mis amigos sentados en nuestro “terrao” valorando la vida, el porqué de una cosa o de otra, qué hacer y no hacer, no sé porqué, pero siempre coincidíamos en la respuesta. Era ya algo natural.
En el día hacia tu gloria, miraba atrás en nuestra Parroquia de El Salvador y podía comprobar cómo, en tan solo 24 horas de tu camino hacia el cielo, la habías llenado, sabías llegar al corazón de tantos y tantos jumillanos (¡qué orgullo haber heredado tu apellido!). Todo el mundo es bueno cuando se va, se dice por ahí; tú lo eres. Amigos de tu jovial edad, me daban su mano diciendo lo bueno y gran persona que eras, y no les falta razón. Como dirían en mi tierra sevillana, “ahí queó”, ahora que venga otro y lo supere.

Veintinueve años de conocimientos, comprensión y saber estar me diste. A pesar de irme a mis diez, a mi querida tierra sevillana (Dos Hermanas), me enganchaste con el apellido que llevo marcado a fuego, el “Olivares” seguirá ahí.

No tenías cuatro hijos, Juan, Dimas, Enrique y Antonia, tenías cinco, y sé que te fuiste sabiéndolo, el Enrique pequeño, como me llamabas.

Tu nieto/hijo, nunca podrá olvidar tu sello de padre. Tus enseñanzas no se han ido contigo.

Tu nieto, hijo y aprendiz.

Enrique Olivares López (Enrique pequeño)