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Hoy es Martes 23 de Abril de 2024  |  

Viernes Santo en la mañana, la Procesión del Calvario recorre Jumilla

 
 

Todos los indicios apuntan a que esta procesión se origina en los inicios del siglo XVII, al establecerse los franciscanos en el convento de las Llagas y organizar el rezo de los Pasos que, al amanecer del Viernes Santo y camino del Calvario, (de ahí los nombres de las calles actuales del recorrido antiguo y también de la procesión), visitaba las estaciones de las hoy calles de los Pasos y Pasos Altos, acto al que asistirían las Cofradías de penitencia.

Toda la ciudad está ya recogida, apretada, en el largo itinerario, regado y bullicioso, de la procesión. Calles del Loreto, del Rollo, de la Feria, de San Roque, abiertas sus puertas al aire y a la luz radiante de la mañana.

La gran Iglesia de Santiago tiene en su perímetro un atrio amplio de losas, con banco corrido y murete de sillares. Desde allí el paisaje de los campos floridos, rebrotados, de montes de perfiles singulares, se extiende hasta un horizonte lejano, velado en su hondo, bajo los azules puros de abril. Asomados al murete fresco por la sombra de la torre, vemos llegar, lenta, la grandiosa procesión. Pasos iluminados de sol de la Samaritana, de Jesús en Betania, de la Oración en el Huerto, del Beso de Judas, de Jesús Prendido, del Señor ante Herodes…, rebrillando oros y metales, entre los sones de la música, de las trompetas, la multitud y el revuelo de los nazarenos, los pesados estandartes, hormigueando de bordados y de flecos.
El Cristo de la Columna, sobre la plata del trono florecido de clavel, bajo el sol joven de abril, trae recrecidas las llagas de la flagelación, su carne herida, la fiereza de los verdugos. Suben la cuesta de Las Acomodadas los cascos, lanzas, rodelas de los “armaos”, entre el redoble y el trompeteo antiguo de cada Semana Santa. Se mece la Coronación trabajosamente hasta el altillo de la cuesta. El Ecce-Homo aparece relumbrando su potencia trémula, y la Sentencia se para en el rellano, tomando aliento para remontar la otra cuesta, hasta el pie de la torre, empujado su trono de caobas trabajadas con rizado claroscuro. Lento vaivén de la Caída. El Cristo de la Misericordia con su Cirineo gira y se tuerce sobre un otero de lirios amasados al sol. Y el tropel negro y grana de Jesús Nazareno se derrama alzando fosforescentes estandartes de oros, nubes de incienso, solemnidad de marchas acompañadas, fino tintineo de campanillas. El Cristo de la Pasión se cimbrea dirigiéndose a la Madre postrada. Ya sube la Verónica. El paño de la Faz aletea a la brisa, y las andas de volutas y ramos se balancean destellando los dorados de su hojarasca. La cruz, las potencias, la túnica morada, abierta en caudal de pliegues del Nazareno se recortan sobre el verde nuevo y el rojizo de los cerros del fondo. El trono hierve de relumbres de sol en las chispas retorcidas de la talla menuda. El Costado. El estandarte es una reja de encaje ante el cauce de sus nazarenos carmesí, blanco y negro. Despuntan abajo de la cuesta los cabeceros de las tres cruces. El Señor, desplomado en su muerte, entre los desnudos de los Ladrones atados a las cruces escuetas. La Madre y Juan tienden sus brazos en la angustia del enigma del drama, con sus ropajes agitados, restallantes de estofas. La lanza y su jinete, en el frente. Brillan las coronas de espinas plateadas del trono en la lentitud de su pesadumbre. Todo el aire es un redoble, una marcha fúnebre de procesión, un aviso sonoro de platillos y bombo, de cajas de las bandas de música, de trompetas… Avanza ya, con ritmo de ritual, el estandarte de borlas, cordoncillos y sedas matizadas del Cristo de la Salud. Rojo cardenal, terciopelo y moaré negros de sus anderos pespuntean la cuesta. Acaban de relevarse llevando el trono, y el martillo del cabo de andas ha hecho elevarse, estremeciéndola, la colina dorada, de cristal encarnado, florida de las andas. El Cristo de la Salud abre dormido sus brazos, mientras una punta escultórica de su paño de pureza vuela al viento del Calvario. Olor de incienso y flores. Morado y rojo del Rollo con el Descendimiento. El Señor muerto posa su mejilla en la frente de Arimatea, ya desenclavado un brazo. En lo alto de la Cruz, Nicodemo sujeta con un lienzo de talle el pecho herido del Señor. Madre y Discípulo esperan abrazarlo, desolados. María Magdalena sigue en su trono, azarosa, esperando con su ungüento calmar la atroz tortura de la carne del Redentor. Entre tulipas y rosas, en lo alto de su antigua peana dorada, la Madre Dolorosa sólo mira a lo alto, pálida, las manos en súplica desmayada, bajo el palio glorioso del cielo virgen.
Texto: José Tevar García

HERMANDADES:
-La Samaritana
-Unción de Jesús en Betania
-Oración del Huerto
-Besos de Judas
-Jesús Prendido
-Jesús ante Herodes
-Stmo. Cristo de la Columna
-Stmo. Cristo de la Sentencia
-Stmo. Cristo de la Caída
-Cristo de la Misericordia
-Humildad y Paciencia
-Elevación a la Cruz
-Santo Costado de Cristo
-Stmo. Cristo de la Salud
-Santa María Magdalena
-Ntra. Señora del Primer Dolor

 
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